Nepal en bicicleta (III)

¿Dónde me había quedado en el anterior post? Ah sí, en una carretera de polvo y piedras con una subida de 15 kilómetros por delante.

Por un momento pensé en darme la vuelta y alejarme de esas carreteras diabólicas para bicicletas, pero me gustan demasiado los caminos donde nunca he estado. Por suerte Yesenia consiguió parar a un camión, y nos subieron la cuestecita. Fue casi un milagro porque casi no pasaban vehículos por ahí.

Los camioneros eran simpáticos pero sabíamos que nos exponíamos un poco a que intentaran algo, ya que nos estábamos metiendo en medio de una montaña selvática sin gente ni cobertura en el móvil. En estos casos mi estricta moral no me ayuda, porque no miento, y a veces una mentira te puede salvar de un mal rato. Por ejemplo, a la sempiterna pregunta: ¿estás casada? Yesenia respondió con un rotundo sí. ¿De qué trabaja él? «Es militar.» Brillante respuesta, lo reconozco. Hasta yo me quedé muda.

Cuando me preguntaron a mí respondí con un tímido «no» aunque queriendo dar a entender que iba para monja.

Ya os podéis imaginar a quien le sobaron las tetas con la excusa de que mi camiseta tenia polvo.

Por suerte el camión se había estropeado cuando llegamos al punto más alto, a mi al principio me sabía mal dejarlos ahí tirados, pero como se pusieron tan cariñosos salimos volando. Lo bueno de tener algunos años de experiencia en autostop es que ya puedo deducir a grandes rasgos si alguien va a intentar algo. Pero no siempre puedo ser extremadamente selectiva.

A cambio, la bajada fue espectacular de bonita y agradable.

Diría que fue por ahí cuando tuvimos la experiencia más chocante del viaje. De repente pasando por unas casitas aisladas una familia nos saca un canasto. En el canasto hay un bebé. Amarillento, rodeado de moscas. Por un momento pienso que está muerto, pero no. Nos sacan una receta en inglés que no se entiende mucho, un medicamento, parece una infección por un hongo o algo así. El vecino nos traduce malamente y parece que quieren que llevemos al niño en la bicicleta hasta el médico más cercano que está como a 50 kilómetros por carreteras chungas. Yo no sé decir que no, pero en este caso era inviable, es que se nos hubiera muerto por el camino. La situación era que el médico es gratis pero la ambulancia en esas zonas montañosas perdidas de dios vale como 50€. Casi no nos lo creíamos, pero más adelante preguntamos y era verdad.  50 euros en Nepal es una auténtica fortuna. A mi me empezaba a escasear el dinero, tenia para un billete de vuelta y con suerte 100 euros más. Total que al final le dimos 25 euros entre las dos para que tomaran almenos un autobus los dos padres de ida y vuelta, que al parecer pasaba una vez al dia.

Yesenia queria hacer algo más, pero la verdad no sabíamos que hacer. Y nos fuimos, con el corazón encogido. No sabemos que fue del bebe. Si está vivo, si llegaron al médico, si entendían esa receta del medico en inglés y le daban el medicamento bien…no sé.

Sólo se que la vida en Nepal no vale nada. Que debe ser muy duro para una madre no poder llevar a su hijo moribundo al médico porque no podía pagar el transporte y ahí no pasaba ni Cristo para hacer autostop. Me dio muchísimo que pensar y aun lo pienso y me duele no haberles dado esos 50 euros que aquí gano en un día recogiendo uvas. La próxima vez que vaya a un país pobre, me gustaría tener una hucha de emergencia  para este tipo de situaciones.

Fue por ahí también que me fui quedando sin frenos. Parece una tontería, pero me podría haber matado por no saber que un freno de disco se puede ajustar con una llavecita antes de cambiar la pastilla. (Ni sabía que iba con una pastilla).

De haberlo sabido me habría ahorrado  60 o 70 kilometros prácticamente caminando, cuesta arriba y cuesta abajo. No sé que es peor, si empujar la bici o aguantarla con todo el peso cuesta abajo. En Rukumkot el primer pueblo grande que aparentemente antes tenia mala fama la policia no nos dejo acampar y nos hizo perder un montón de tiempo con historias de serpientes y excusas varias, aunque almenos nos dieron agua. Así que se nos hizo de noche y tuvimos que pagar el primer «hotel» después de un mes y medio. No serian mas de 5€ pero bueno, era de esos que tienes que poner el saco encima de la cama porque parece que no han cambiado las sabanas en la vida.  Por supuesto en ese pueblo no había nada de lo que necesitábamos urgentemente, alcohol para cocinar ni taller de bicis, pero si había chay y fritangas varias a 10 rupias 🙂  En el taller de motos me hicieron una chapucilla gratis  para poder frenar que me duró un par de horas.

Ibamos a acampar en una especie de establo con cacas de búfalo cerca de un río enorme, pero hacía muchísimo viento y se avecinaba una buena tormenta. Así que la familia más cercana nos invitó y aunque la rechazamos previamente porque habíamos acordado no quedarnos en familias acabamos aceptando. Interactué mucho más con los niños que con los mayores, hicimos música con el ukelele y ellos con unos cubos que hacían de tambores y pudimos dormir en el cuarto donde guardaban las patatas.

No se si nos ofrecieron comida porque el niño más pequeño vino diciendo «khanna» (comer) varias veces pero no lo entendimos. Al día siguiente, vino diciendo khanna otra vez pero como no estabamos seguras pedimos permiso para hacer fuego y cocinar y nos dejaron hacerlo en el suelo de la misma habitacion. Igualito que aqui jajja. Antes de irnos vi como el hombre mayor araba la tierra llena de barro con los búfalos mientras la mujer llevaba unos canastos increiblemente pesados llenos de estiércol. No sé si estaba en el año 2019 o el 1919.

Al dia siguiente hicimos pocos kilometros porque yo tenia que bajarme de la bici a la minima que habia un desnivel y me iba chocando literalmente con las paredes para frenar. Acampamos en un sitio que parecia que no nos molestaria nadie, pero enseguida ya estabamos rodeadas de mujeres y niños. Nos invitaron a la casa, rechazamos de nuevo porque ya teniamos todo montado y el fuego en marcha, nos trajeron fruta y rotis…y a las 6 de la mañana en punto ya nos tenian rodeadas de nuevo.

 

Esta vez no pudimos negarnos, nos invitaron a un té en una casa y al final nos quedamos a comer,  mataron hasta una cabra, sacaron instrumentos, hicimos música, se montó un fiestón casi todo de mujeres y niños y bailamos un montón…y nada nos quedamos al final a dormir, aunque hicimos intento de acampar. Tormentón de los buenos, para variar.

Nos invitaron a quedarnos más pero yo necesitaba  arreglar el freno y mi mente así que seguí sola, prácticamente a pie. Yesenia se quedó un día más. Al final siempre era un poco asi, «bueno tiro palante, ya nos veremos por ahi».

Llegué tras una larga y calurosa jornada a Musikot una ciudad ya bastante grande con taller de bicis, mucha comida rica y hoteles.

Me arreglaron el freno…y me estropearon el cambio, que ya estaba medio medio. Suerte que medito. Nos dijeron que allí no tenían cambios porque todas las bicis que tenían eran de plato único, tenía que ir a una ciudad a 100 kilómetros.

Total que vino Yese y nos quedamos dos o tres dias en un hotel y saliendo lo justo porque cada vez que salíamos parecíamos estrellas de Hollywood. A veces, solo a veces, apetece pagar un hotel y tener una minima intimidad y tranquilidad. Conseguimos tambien el dichoso alcohol de quemar!! Y cocinabamos destrangis en la habitacion, cuando no ibamos a comer momos. Unas vacaciones.

Lo gracioso fue que nada más salir de Musikot se le rompió la bici a ella. Y milagro del cielo enseguida encontramos un camión de frutas vacío que iba a Tulsipur, el lugar donde podríamos arreglarlas. Qué cosas. Invitamos a comer al camionero en un lugar donde si comías te dejaban dormir gratis (sitios que solo los camioneros conocen) y el camionero no se sobrepasó esta vez aunque si que me despertó a media noche un poco agitado pidiendo agua. Un poco raro, pero bueno.

 

Por supuesto cada dos por tres se subía gente que también hacia autostop al camión y bueno como la carretera no mejoró mucho fuimos pegando botes prácticamente todo el camino.

En Tulsipur el paisaje y todo cambió por completo. Ya habíamos salido de las montañas, estaba lleno de tuc tucs, coches y gente, parecía más bien una ciudad de la India. También hacía un calor insoportable.

Nos dejaron las bicis nuevitas por un módico precio, y puse, por primera vez en Nepal, el plato mediano de la bici.

Ahhhh esto era otra historia.

Vale, ahora teníamos el problema de los vehículos kamikazes, la contaminación y el calor, pero podíamos pedalear más de 50 kilómetros al día, tomar zumo de caña recién exprimido y comer mangos a un módico precio. Lo que si se acabó fue lo de encontrar agua limpia y fresca cada dos metros, ahora en muchos sitios había problemas de sequía y teníamos que buscar mucho, beber agua de dudosa procedencia con sabor raro o  pedir agua en los bares donde tomámabamos algo. Odio pedir, pero a veces no hay más remedio.

Por un puertecillo de montaña encontramos un sitio espectacular para acampar, con un riachuelo, una poza para nadar en pelotillas (hasta que vino gente claro)…nos quedamos un par de días y coincidió que uno de ellos había toque de queda.

No nos enteramos muy bien de la historia pero de vez en cuando en Nepal hay como amenazas terroristas de no se quién a no se quién y se para casi toda la circulación, excepto bicis y motos. Así que a pesar de que estábamos al lado de una carretera grande ese día había un magnifico silencio. Era tan raro que tuve que preguntar a un militar que pasaba con la moto, porque había humo y  yo ya pensaba que había un incendio y que íbamos a morir ahí.

Para mi fue un regalo de cumpleaños adelantado.

Como yo quería ir a Lumbini y Yese ya había estado, nos separamos un par de días. Lumbini como bien sabréis es el lugar donde nació Buda. La ciudad es polvorienta y caótica como todas las de la zona, pero hay un parque muy bonito con muchos templos budistas de todo el mundo, la World Peace Pagoda y una llama que no se apaga nunca.

Está guay pero fue un poco raro también, yo tenía muchas expectativas,  estaba deseosa de tener encuentros místicos con monjes budistas y en realidad me encontré con unos pocos turistas y vendedores, supongo por el calor infernal que hacía. Me querían clavar un pastizal por domir en un antro así que rebusqué por el parque para dormir pero no me daba buena espina. Finalmente pregunté en el centro Vipassana que hay, aunque sé que los centros no son hoteles gratis, pero me dieron una habitación, comida y pude meditar a gusto, bueno todo lo que el calor me permitía. Seguramente me podría haber quedado ahí de voluntaria pero estaba apuntada para meditar en otro centro en pocos días.

Me fui, por una carretera horrible de polvo y tierra que mejoró considerablemente. Cuando estaba apunto de caer una gran tormenta una mujer se acercó y me invitó  a su casa. Mi idea era en realidad dormir en el mini porche de un edificio de cruz roja semiabandonado, a pelo con el saco porque no tenia tienda, pero no hubiera sido una gran noche.

Como estaba sola toda la atención recaía sobre mi, me presentó a toda la familia, vecinos, fui de ronda por el barrio…era una familia muy pobre, de hecho no tenían lavabo, tenia que ir a casa del vecino, la fuente más cercana estaba casi seca y para «ducharme» con ropa tuve que ir a otra fuente, con todo el mundo mirando claro. Al principio pensaba que vivia sola pero luego apareció el padre con su hijo menor, que tenía necesidades especiales, por no llamarlo discapacidad y de vez en cuando salía corriendo. Creo que le caí bien 🙂

Una vez más me fui con el corazón encogido por ser tan bien tratada. Está claro que las personas cuanto menos tienen más dan, almenos proporcionalmente.

Me reencontré con Yesenia en un cruce. Era su cumpleaños. Yo había pensado hacer algo «especial», pero nunca se puede planear gran cosa cuando viajas así. Apareció en moto con un hombre. Me monté y fuimos los tres a su casa donde pasamos el día y comimos momos. Hablaban inglés y eran muy amables, y se veían mucho más holgados económicamente que las familias con las que habiamos interactuado  hasta ahora.

Nos fuimos antes de que anocheciera y acampamos,cocinamos patatas fritas y huevos fritos y compartimos una cerveza, como comida especial de cumple.

Mi cumpleaños fue dos días después, y fue igual de improvisado. Íbamos a acampar en el bosque y una mujer súper preocupada por los tigres, tormentas y fantasmas nos casi obligó a ir a su casa, aunque yo no tenia el mejor día y no tenia ganas de interactuar con nadie. La casa era espectacular para ser Nepal. Quiero decir tenia dos cuartos de baño dentro de la casa!! Nos dimos una super ducha y para no molestar acampamos en el porche. Eran muy respetuosos y nos daban nuestro espacio, aunque las 5 de la mañana ya estaban limpiando el porche. Eran extremadamente limpios porque tenían una empresa de jabones. Yese sacó un pastelito y soplé las velas como a las 6 de la mañana, reutilizadas de las suyas jajja.

Al final nos invitaron a comer…y bueno nos dejamos querer, nos cocinó pescado la mujer, se estuvo horas preparando la comida. Casi siempre celebro mi cumpleaños lejos de mi familia, pero esta vez me sentí en familia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

10 comentarios en “Nepal en bicicleta (III)

  1. Hola, haz lo que veas mejor. No voy a usar otras identidades, ni se me ocurre. Ya viajé en mis vacaciones y colaboro en una ong y en mas cosas que no vienen a cuento. Pero mi opinion es la que es la que expongo. Es una suerte pertenecer a Europa, cuanto tiempo Europa puede tener lo que tenemos, se verá. Un saludo

    Le gusta a 1 persona

    1. Uf. Gracias. Cualquier opinión es bienvenida, pero si es con amor y respeto pues mejor que mejor. Precisamente viajar me hace ver lo privilegiada que soy y por eso a veces renuncio voluntariamente a mis privilegios y comodidades, porque se que no los merezco mientras no sean para todos por igual. Un saludo!

      Me gusta

  2. Anda ve a un Rainbow que ya pagamos los españoles o los pobres del mundo. Que flipe teneis, eso pasa por consentir a las generaciones. A mi mi madre me ponia las cosas claritas

    Me gusta

  3. Elena, ¿no tienes nada mejor que hacer? Pensaba que los trolls tenían género masculino pero tú rompes la regla. Detrás de tu ordenador, llena de negatividad, entrando a propósito en blogs personales para permitirte el lujo de criticar las vidas ajenas. Hazte un favor y visita blogs de tu agrado. De nada.

    Le gusta a 1 persona

  4. Hola, lo malo de los estados de bienestar en Europa es que el que no quiere trabajar no trabaja, y tiene gratis sanidad, educacion…decia un empresario chino, y luego vendran pidiendo ayudas digo yo o pidiendolas en paises pobres, ya nos vale. Vivan los mochileros pero que se queden en esos paises y no vuelvan a seguir gorroneando a un lado y otro. Vaya peña que han criado con tanto esfuerzo las generaciones anteriores. La decadencia

    Me gusta

      1. De nada guapa ¿cuanfo vuelves para trabajar un poquito, solo un poquito?…tanto meditar las neuuronas se os ponen de aquella manera…si os coge uno de antes…abusais de las pobres gentes…en Bali han prohibido a los mochileros pedir. .a vivir que son dos dias…si de pequeños nos hubiesen esclavizado…yo veo videos de Nepal para apoyarlos…y veo su vida

        Me gusta

        1. Hola Elena. No me voy a enfadar por mucho que lo intentes. Me parece muy bien que veas videos de Nepal para apoyarlos y ver su vida. No sé porque te parece mal que nosotras veamos su vida en directo y la compartamos con ellos. La verdad lo transmito para que otras personas que no pueden viajar vean otras realidades o pierdan el miedo a vivir de otra forma si su forma actual les hace daño, no para chulear de que soy más feliz que el resto. Pero alomejor tu si que podrías viajar y ayudar a la gente en directo, no necesitas perder el tiempo despotricando en este blog. Además, siempre repito y ya aburre que jamás he pedido una ayuda al Estado ni lo haré mientras tenga manos, que jamás he mendigado dinero ni comida, solo una vez en Turquia cuando la policia nos hizo perder el avion y un chico aleman me dio 10 euros. Tambien sabes que los viajes me los pago trabajando y precisamente porque no paro llevo cuatro meses de retraso en el blog jajja. Pero oye, que si quieres seguir diciendo mentiras está bien, así practico la paciencia, aunque mucho me temo que no es infinita. Tengo tres opciones, no contestarte más, hacer selección de comentarios y borrar los tuyos y tus posibles nuevas identidades, o aprovechar mi siguiente viaje por España en bici y invitarte a un cafe (o unas lentejas con arroz). En tus manos está y tu decides que quieres aportar a este mundo.

          Me gusta

Comparte tu opinión o experiencia