Nepal en bicicleta (I)

Sin lugar a dudas, este viaje ha sido el más intenso de mi vida, en todos los sentidos.

Para empezar, fue una decisión algo impulsiva, puesto que en el momento en que la tomé, tenía dinero para el billete de ida únicamente  y  tuve que ingeniármelas para conseguir el resto en poco más de un mes, con mi minitrabajo de canguro y vendiendo cosillas en wallapop.

¡Con lo poco que me gusta dedicar mi tiempo a hacer dinero! Pero si es por viajar saco dinero hasta debajo de las piedras. He vendido un congelador, sillas, la guitarra eléctrica de mi hermano con su permiso, la play 2, un juego de la play 1 a 40 eurazos (¡si hubiera sabido antes que están tan cotizados!), la game boy…sin embargo de libros, que es lo que tienen más valor para mí no vendí ninguno. En total reuní unos 700 euros que me han bastado, casi, para los tres meses billete de vuelta, bici y visado de tres meses incluido.

Aunque me  lo negara a mí misma, en el fondo tenía muchas expectativas sobre este viaje. Por una parte  quería aprender más sobre budismo, soñaba con perderme por los Himalayas y encontrar quizá a un maestro o maestra que me guíe un poco más en el camino…y por otra, quería saber qué es el amor. Casi nada, vamos.

Por supuesto he aprendido sobre budismo y sobre amor, pero no de la forma que esperaba, empezando por el hecho de que Nepal es un país mayoritariamente hinduista, al contrario de lo que mucha gente piensa. Sin embargo, sin necesidad de escuchar las enseñanzas de un monje he pasado directamente a la práctica a base de aporrear a mi ego constantemente, enfrentándome a todos mis miedos habidos y por haber, incluido el miedo a la muerte o al rechazo y trabajando constantemente el desapego.

¡Crecer duele, amigues!

Por ejemplo, como paso cierto miedo en los aviones, tuve que coger tres, pues era el vuelo más barato, con escala en Munich y Oman, 27 horas de nada y shock cultural incluido. Como además tengo miedo a las tormentas, el último avión hizo varios intentos de aterrizaje porque había una gran tormenta en Katmandú y cuando mi mente ya pensaba que el combustible se iba a acabar y que iba a morir antes siquiera de llegar, me puse a rezar de nuevo a todo quisqui, todos los dioses, profetas, mantras, canciones de medicina y lo que me acordaba del padre nuestro y el avemaría. Si me oís decir que superé el miedo a la muerte, es mentira.

El aspecto del aeropuerto ya me hizo ver que este era uno de los países más pobres de los que había estado, mucho más que India. Un pequeño edificio con ladrillo visto y baños que se atascan.

Estuve dos días en Katmandú sola pasando el jet lag en un hostal de 3 euros la cama con un baño que me daba  grima hasta a mí, pero sin chinches y con personal amable. Mi único objetivo en la ciudad era comprar la bici lo antes posible, pues es una ciudad bastante caótica, polvorienta y contaminada que sin embargo a muchos les encanta. Tras dos años sin salir de la burguesa Europa, la verdad que el shock fue un poco grande.

Aunque mi intención era encontrar una bici de segunda mano pero medianamente buena, acabé comprándome una nueva bastante mala, por 100 euros. (Debo decir en favor de mi pobre bici que si hubiera sido mas cuidadosa, llevado las herramientas y alforjas adecuadas y me hubiera visto algún tutorial de youtube  me habría ahorrado muchos problemas).

Me pillé un bus hasta Pokhara donde me esperaban Monona y Yesenia, con las que en teoría iba a hacer una caravana de mujeres en bici. Ellas venían pedaleando desde India y España respectivamente y tenían mucha experiencia viajando en bicicleta así que estaba un poco cagada. Habíamos intentado promocionar lo de la caravana por internet pero al final nadie más se apuntó a esta «sencillita» aventura de pedalear por el país con las carreteras más chungas que he visto en mi vida jajaja. Seguro que por el Danubio se apuntarían muchas más 😛

 

En Pokhara nos quedamos en casa de un couchsurfing que alojaba a 15 rusos más, y fue un pelín raro. A los 2 o 3 días marchamos; Pokhara es bonito pero muy turístico y por tanto caro. Y mi ego dice que yo no soy turista sino viajera y lo que me interesa es la inmersión cultural y espiritual.

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Acampamos el primer día entre un pequeño templo hindú y un templo cristiano, con baño limpio y todo, aunque a algunas mujeres hinduistas que nos habían recibido muy bien no les hizo mucha gracia cuando se enteraron.  Había un río muy bonito para meditar, agua buena para beber y una tiendita para cargar el móvil y comprar comida a precio local.

 

Después decidimos subir a Dhampus, sin saber muy bien que era la puerta del parque nacional de los Anapurnas  y por tanto un sitio carísimo donde además había que subir un desnivel de 500 metros en 5 km. Casi nada para empezar. Pero como era la que tenía menos peso en mis alforjitas de mierda de wallapop me era más fácil seguir el ritmo…empujando la bici.

Ahí descubrimos el mantra que repiten incesantemente los niños y alguna abuela en los sitios donde abundan turistas: «chocolate» y «money». Amo a los niños pero os juro que al niño número 20 que me dijo «chocolate», que obviamente es otra manera de pedir dinero,  lo quería matar, cariñosamente hablando. Dentro de mí se me desgarraba un poquito el corazón, y me creaba un gran conflicto emocional, pa’ que engañarnos. Por una parte entiendo que son familias con pocos recursos económicos y que yo soy una blanca privilegiada con tantos derechos y privilegios que hasta rehúso a ellos y por otra me duele que me vean como un simple billete de dólar y que las relaciones humanas pasen a ser meras transacciones económicas.

Una vez arriba nos tomamos el chai (o chía en Nepalí) más caro del viaje: 80 rupias cada uno. Al cambio no es nada, pues un euro son 120 rupias, pero el precio estándar es 20 o 30 rupias máximo. Ahí aprendí la sagrada regla de preguntar el precio antes. Es un tostón preguntar pero en mi experiencia cada vez que no pregunto me meten el sablazo.  Así que lo primero que aprendí en nepalí después de Namaste y Danyavad fue ¿Koti poisa? ( La próxima me aprendo también los números más allá del diez para saber qué me responden). De todas maneras de las compras se hacían cargo Monona y Yesenia que son unas maestras

del comercio viajero. Reconozco que estaba muy verde y que parecía la hija o hermana pequeña del grupo a pesar de mi experiencia como mochilera (mamá mamá no se donde cagar porque no hay un puñetero espacio en esta carretera sin arcén con gente hasta debajo de las piedras!).

Igual que mi supuesta experiencia en contabilidad que consta en mi pequeño curriculum, hay cosas que sí se olvidan si no se practican.

Dormimos en otro templo hindú y descubrimos que estos pequeños templos son privados en realidad, pero el dueño era muy amable.

Al día siguiente nos alojó nuestra primera familia en Nepal, el hermano de un chico que habíamos conocido caminando mientras buscábamos un lugar para dejar las bicis. Una pensaría que no es fácil encontrar hospitalidad en un sitio extremadamente turístico, pero nada es imposible 🙂

El chico vivía en Qatar o Dubai como una gran cantidad de hombres nepalís que se pasan media vida trabajando fuera para luego volver y montarse una tiendita de algo. Su hermano y su mujer, que no hablaban inglés pero eran muy amables y hospitalarios se dedicaban a la cría y venta de pollos y tenían un perro herido porque se había peleado con un tigre. Tal cual.

Nos quedamos un par de días y decidimos, ya que estábamos ahí hacer un «pequeño y sencillo» trekking. Lo del trekking me provocaba bastante estrés, porque no se trataba de hacer trekking como hacen la mayoría de turistas, con permiso oficial, durmiendo y comiendo en refugio y hasta con guía y porteador, sino cargando la tienda, cocina y comida para 3 días, sin guía ni permiso oficial pues vale unos 40 o 50 euros. Yo no lo veía nada claro, porque nos dijeron que ya había empezado la época de monzones en esa zona, porque no me gusta colarme,  porque pocas veces he hecho un trekking de más de un día y porque un médico sustituto me había dicho en mi último análisis que tendría problemas para respirar a más de 3000 metros. (¿Y quién no?). Miedos y más miedos para coleccionar.

Tras mucho debatir finalmente Monona decidió que no tenía el equipo necesario y se volvió a Pokhara a celebrar el fin de año nepalí. Una lástima porque esta gran mujer argentina con 57 años, nietos y muchas aventuras a sus espaldas tiene mucho que enseñar. Nosotras lo celebramos con la familia, probé raksi, la bebida alcohólica local y cabra por primera vez en mi vida a pesar de mis reticencias iniciales, por aquello de no hacer el feo y la abuela nos bendijo antes de marchar, no sin antes alimentarnos con un buen plataco de dhal baat, la comida típica por excelencia que consta de un cuarto de kilo de arroz exagerando poco, dhal que es como una sopa de lentejas no picante y verduras o patatas. Como el tali indio pero sin chapati y con carne en ocasiones especiales.  Nos dejaron guardar las bicis en un hostal de un primo de la familia (Amit guesthouse, vamos a darle publi para agilizar el karma).

 

Ni siquiera teníamos mochila en condiciones, sólo las de la bici, pero almenos mi hermano me había regalado sin esperarlo antes de salir sus zapatillas «viejas» Salomon y probé por primera vez esa cosa mágica llamada Goretex que no te moja los pies.

Tardamos un poco en darnos cuenta que las tormentas seguían un horario aproximado, a partir de las 12 o 1 del mediodía pero como no lo sabíamos, el primer día salimos tardísimo, nos paramos a comer y bailar en un picnic de empresa, donde también mataban la pobre cabra ahí mismo,  y claro nos pilló una tormenta de granizo nada más empezar. Milagros de la vida, encontramos enseguida otro pequeño templito con techo.  Casualmente había una especie de centro social para jóvenes enfrente y cuando amainó un poco la tormenta nos invitaron a acampar allí, que tenía un techo más resguardado, agua para beber y hasta baño.

Volvimos a salir tarde y nos metimos por caminos que no estaban marcados ni siquiera en el maps.me, que ya es decir. Yo iba cagada por supuesto pero mi compa de aventuras me ha enseñado poco a poco a no mostrar tanto mis miedos porque sólo sirve para pegarlos a los demás, como un virus. Habían tramos tan empinados que había que agarrarse con las manos y el agua empezaba a escasear.

Como estaba todo muy húmedo tuvimos el placer de descubrir a unas invitadas que poblaron enseguida nuestros zapatitos goretex y nuestra dulce sangre: sanguijuelas!

Para quien no lo sepa son unos gusanitos negros delgaditos que se te enchufan a la piel y se engordan con tu sangre hasta que te das cuenta o se caen del peso. La forma más rápida de quitárselas pero no muy agradable es con la mano. Un estrés más. A cada paso, en medio de la jungla, tenía que parar a quitarme alguna. Al llegar arriba nos cruzamos con una familia, una madre y muchos niños, que iban a cortar leña, algo ilegal por cierto en una reserva natural.  Me di cuenta de lo dura que tenia que ser su vida allí arriba y me hubiera gustado darles dinero de alguna forma que no alimente más la imagen de turista blanco = dólar, pero no se me ocurrió. Los críos iban en chanclas y se quitaban con mucho desparpajo las sanguijuelas, a cada paso.

Al fin llegamos al camino oficial del Mardi Himal, y estaba tan bien marcadito que me pareció un paseo.

No entiendo como la gente contrata a un guía para hacer este trekking, pero bueno, si ayuda a la economía local…A quien le interese, un guía cuesta unos 25 euros por día y un porteador 15, que repartidos entre varias personas es nada y menos. Era chocante ver a chicos super delgaditos cargados como mulas la verdad, con la cinta en la frente, llevando las mochilas de blancos privilegiados y la clase alta de los países vecinos.

 

Lo malo de este trekking es que no hay sitio para refugiarse hasta llegar al Forrest Camp, que está a un buen trecho, aparte de un chai shop que nos refugió un poco del tormentón de granizo que nos cayó. Queríamos dormir ahí en el suelo  porque ya era tarde pero como nos querían cobrar a saber cuanto seguimos una hora más  y acampamos sin preguntar bajo una lona en el Forrest camp. A pesar de que siguió la lluvia pudimos preparar unas lentejitas para calentar el cuerpo, pues tenia frío hasta con los pantalones de la nieve puestos. Al día siguiente era todo más subida, y cuando ya estábamos a 3200 metros, me sentí agotada, me costaba respirar quizá porque me lo dijo el médico jaja y milagros de la vida me dejaron quedar en el refugio del middle camp por 200 rupias, sin obligarme a consumir como en los demás. Por supuesto sin agua para lavarse ni ná. Yesenia que está hecha de otra pasta, siguió para arriba. Al poco empezó un tormentón apoteósico que acabó en tormenta de nieve, y mientras me comía un paquete de noddles secos a oscuras observando la nieve en soledad  me preguntaba si mi compa estaba bien o se había congelado en la tienda por su estricta politica de ser autosuficiente y no pagar hostal.

Al día siguiente me dijeron que estaba todo reservado, en otro me pedian 1800 rupias por dormir si no comía allí, así que decidí bajar porque no tenia ganas de hacerme la valiente entre la nieve. Como yo no tenía sim card nepalí nos comunicamos a través de la vieja aplicación «boca a boca» dejando mensajes a la mujer del refugio o a algún turista que subía. Como yo llevaba el ukelele colgando era fácil de reconocer. (Pocos ukeleles habrán subido a 3200 metros por cierto jaja). Nos reencontramos de casualidad en el low camp a mediodía porque me avisaron que mi amiga estaba llegando y me contó sus aventuras durmiendo con los porteadores. No se mató  pero de milagro, pues la ruta al base camp estaba muy chunga con nieve y hielo y se tuvo que volver para atrás.

De nuevo acampando en el forrest camp esta vez con  compañia masculina, unos hombres que estaban construyendo un hotel ahí, y nos trajeron té, azúcar y nos ayudaron a hacer un buen fuego que con leña húmeda está bien chungo.

La bajada fue más rápida y fácil, pero en la última parte, la que había que salirse del camino marcado para esquivar el control fue muy estresante también, casi nos perdemos  y ya me imaginaba de nuevo cientos de maneras posibles de perder la vida, mordedura de serpiente incluida. Las dos sin seguro por supuestísimo!!

Llegamos de nuevo a Dhampus agotadas, hambrientas, rasguñadas y malolientes. Suerte que ningún niño osó decirme «chocolate». Engullimos unos noodles en la primera tienda, les enseñé ukelele a los hijos del dueño de la tienda, recuperamos las bicis y como no nos invitaron a quedarnos bajamos los 5 kilómetros a toda hostia con las bicis con una nueva tormenta tronando a nuestra espalda. De pensar que todos los días podían ser así de estresantes e intensos me daban ganas de prepararme unas oposiciones al ayuntamiento de mi pueblo la verdad. Todo en exceso es malo, hasta la aventura 😛

Esa noche dormimos en el porchechito de la iglesia cristiana y hicimos tanta amistad con la familia que lo llevaba, los de la tienda barata, que por la mañana nos invitaron a la misa de viernes santo. Fue entretenida al principio porque los evangelistas cantan mucho con la guitarra  y son muy expresivos pero claro dos horas y pico entendiendo sólo los gritos de Hallellujah puede ser peor que una tormenta de granizo en la jungla.

Nos invitaron a comer un delicioso dhal baat con pollo, pues también los criaban y mataban ellos mismos (lo siento en el alma de verdad pero la bici y las tormentas me han flexibilizado temporalmente la ética). De paso aproveché para debatir con el cura sobre esa religión cristiana que intento comprender pero que no me acaba de cerrar, aunque rece padrenuestros a mansalva cuando me interesa.

Tan a gusto estábamos que nos quedamos un día más en el porche de la iglesia descansando, lavando ropa y tal. Por alguna razón que no logro entender, no nos invitaron a dormir dentro de la iglesia.

Y bueno todo esto fueron sólo las primeras dos semanas pedaleando en Nepal, donde en realidad, prácticamente no pedalee nada jajja.

3 comentarios en “Nepal en bicicleta (I)

  1. Hola, Alma libre! Contento de saber que te hayas bien de salud aunque, a veces, a tus «seguidores», nos dé un vuelco el corazón! Jajaja…De todas tus aventuras, al menos esta parte, es la que he visto más viajera, strictu sensu, con más viaje hacia fuera que hacia dentro…quizá porque la exigencia física y el entorno y meteorología se han impuesto.
    Qué bueno saber que tus viajes siguen y que queda segunda parte! Un abrazote apretao!

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    1. Oye ya estaba preocupada porque habian pasdo 24horas y no comentabas nada y estaba pensando si te hayabas bien de salud jajjaja. Creo que tengo cierto apego a tus comentarios 😛 en realidad este viaje ha sido muy profundo pero por razones que te contare cuando demos un paseito por la playa me he dejado la esencia en el «tintero» 😉 me ha hecho gracia que te hayas dado cuenta!! Un abrazo y avisame cuando tengas un hueco para ponernos cara!

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