Volviendo a la utopía

Tras 2 semanas que han parecido 2 meses, vuelvo a la isla bonita, con un par de kilos de más, muchas toxinas acumuladas, cariño y bastante aprendizaje a mis espaldas.

Aunque en «mi primer examen«, lo veía todo un poco negro, he aprendido a aceptar la realidad: no puedo resistirme a una pata de jamón en la cocina de mi casa, por mucho que mi dieta en La Tamaya sea mayormente vegana y el primer día  me diera algo de repulsión convivir con el cadáver descuartizado de un animal; tampoco puedo evitar comportarme como una adolescente, ni que mi habitación parezca una selva amazónica, por mucho que los primeros días fuera ordenada y fregara los platos con gusto.

Es curiosa la facilidad que tiene el ser humano para adaptarse al entorno.

Pero no he sido la única que se ha adaptado: mi madre ahora hace ensaladas gigantes, además de los habituales kilos de carne y pescado semanales. Ya no discutimos de política, como antaño. Hemos aprendido a abrazarnos, aunque aún se ponen tensos si duran más de cinco segundos. Y lo mejor, les encantó mi regalo de Reyes: un libro de Osho (Alegría), para todos, acompañado de una carta de agradecimiento a toda mi familia, que al segundo párrafo ya nos tenía llorando. Siempre dije que no pensaba caer en el consumismo navideño, pero luego en el fondo me sentía mal al recibir regalos sin dar nada a cambio. Pero sí, he descubierto que las palabras bonitas también son aceptadas como regalo en mi familia, quizá con más agrado que unas zapatillas de andar por casa. Ojalá el año que viene acepten mi propuesta: que cada uno haga un sólo regalo, pero con sus manos.

Lo que más me ha costado, sin duda, es el tema económico: venir al límite, con 10 euros -prestados- de la Palma e intentar tener una vida «normal» en la ciudad. Con la subida del transporte público, sólo ir y volver de casa d mis padres al centro de Barcelona (20 kilómetros) cuesta 10’30€, casi como en Londres. Y aparte de un par de protestas silenciadas, todo el mundo sigue pagando. Entre el miedo y el nacionalismo, de cualquier bando, es fácil mantener al pueblo callado.

Por supuesto que mi familia me dejó algo para subsistir socialmente, y no me he gastado tanto como antaño, pero me venía constantemente esa sensación de culpabilidad. ¿Estaré haciendo bien, dependiendo de mi familia cerca de los 30 años?¿Tendré que volver pronto al trabajo asalariado y esclavo?

Es el eterno dilema, aunque cada vez lo tengo más claro. Intuyo que algún día conseguiré ser completamente autosuficiente, sueños y  viajes largos incluidos, haciendo cosas bonitas y de mi agrado. Debería ser un derecho básico. Y de hecho en la Palma, hasta que no he vuelto a la ciudad más cara de España, no me han hecho falta ayudas familiares de ningún tipo, ni jamás he pedido -antes muerta- una ayuda al Estado.

Han sido unos días lindos, recordando el pasado, disfrutando de la familia y los amigos, pero ya necesito volver a mi burbuja, a mi utopía, ponerme un enema (o cinco) antes de que me entre cáncer de colon; recargar energías en la montaña, nadar desnuda en el mar y respirar aire puro, sin tener que pagar un duro.

Imagen

Mientras viva en un país donde el disco más vendido es el de Kiko Rivera y el libro más leído el de Belén Esteban (por fin mi madre ha tenido que reconocer que se drogaba antes de cada show) no puedo esperar que se cree conciencia de la nada.

Pero paciencia, paciencia…os esperaré con la Madre Tierra, muy relajada.

3 comentarios en “Volviendo a la utopía

  1. CArmeleee. Me parece que la proxima visita a Espanha sera a tu ciudad. Espero que todavia estes alli. Alli tendremos una charla larga y seguro que instructiva.

    Besazos

    Me gusta

Comparte tu opinión o experiencia