La librería de los sueños

Amo los libros, gracias a ellos aprendí de pequeña a soñar despierta cosas muy parecidas a las que estoy viviendo ahora, des de que perdí el miedo. Por eso cuando encontré en el Workaway “La libereria” un proyecto de permacultura y autogestión en un pueblito perdido de la Toscana me fui para allá sin ni siquiera saber si me habían contestado.

Aquí no solo encontré cientos de libros a cada cual más interesante, sino otra alternativa más al sistema capitalista. Realmente no funciona como un Workaway -trabajar 25 horas a la semana a cambio de alojamiento y comida- sino que nosotras mismas nos organizamos para subsistir con el menor coste económico -y ecológico- posible.

Como venía del Rainbow adaptarme fue muy fácil: cocinamos todo lo posible en la chimenea, utilizamos la ceniza para fregar los platos, vinagre para limpieza general, bebemos agua de la fuente de enfrente, reutilizamos el agua del lavamanos para el retrete (hasta ahora me removía la conciencia derrochar tanta agua potable para tal fin) y por supuesto no hay agua caliente en la ducha, pero el agua fría revitaliza el cuerpo y la mente.  Ahora que llega más frío calentamos agua en el fuego como antaño, y es que para mejorar el mundo creo importante mirar  atrás y volver un poco a la vida de antes, sencilla y sostenible, combinandolo con los avances de la actualidad.

El internet lo tenemos en la plaza del pueblo, la tele no la queremos ni en pintura, lavadora tenemos una sin usar que vamos a reconvertir para utilizarla con una bicicleta e intentamos gastar el mínimo en electricidad, a falta de panel solar, con velas.

En comida sólo gastamos en lo “básico”: pasta, pasta y pasta (irremediablemente estamos en Italia), arroz, café, chocolate 🙂  y poco más. Lo demás lo conseguimos del huerto (tenemos tres huertas donadas para experimentar con la permacultura)  cosas que nos regalan o aportan voluntariamente los que pasan por aquí y sobretodo del “dumpsterdiving”: consiste en reciclar comida en perfecto estado que tiran a diario los dos supermercados del pueblo y la panadería. No hace mucho tiempo que vi por primera vez a un chico joven reciclando de la basura, y fue como un shock. – Pobrecillo, pensé, ¿por qué hará eso?- Incluso sentí un poco de vergüenza ajena. Pero ahora, gracias a mi desaprendizaje, la vergüenza ajena la siento por este sistema económico sin sentido que desperdicia casi la mitad de lo que produce sólo por maximizar el beneficio económico de la minoría que lo controla. (No importa que millones de personas mueran cada año de hambre si no tienen ébola).  A mi madre igual le da un soponcio cuando se entere de que como de la basura pero la realidad es que comemos de maravilla: además de una gran cantidad de verduras, pan del día y fruta nos encontramos de vez en cuando alguna delicatessen: pizza de restaurante, chocolates del 2012, pasteles…Carne también hay mucha (gran deporte el de matar animales para luego tirarlo), pero por suerte la única «ley» de esta casa-comuna-anarquista es que no se permiten productos animales, aparte de queso y huevos de vez en cuando.

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El trabajo por tanto está centrado en el mantenimiento de la casa, el huerto, la tienda gratis, echar una mano a algún vecino o amigo, (funcionamos mucho con el intercambio) y también la protesta pacífica contra una empresa geotérmica que está contaminando con arsénico el agua de la zona («casualmente» están aumentando de forma preocupante los casos de cáncer).

Realmente me parece una idea maravillosa traer gente joven de todo el mundo a pueblos medio despoblados para vivir de otra forma, aunque la gente del pueblo nos vea un poco como bichos raros.

A nivel personal está siendo una experiencia muy bonita y un gran aprendizaje, aunque a veces sea algo estresante porque viene gente nueva casi a diario y podemos ser entre 10 y 30 en un espacio bastante limitado. Pero como sigo trabajando mi desarrollo espiritual me siento en paz, me levanto con una sonrisa, medito y hago yoga casi a diario e incluso estoy empezando también a enseñarlo. Esto es una pequeña universidad de la vida, con los libros y el intercambio de conocimientos de gente de todo el mundo se puede aprender prácticamente cualquier cosa: idiomas, música, pintura, cocina, costura, espiritualidad (también hay una comunidad budista importante en la zona) y sobre todo a vivir en paz y amor. Quizá cuando llegué noté cierta falta de calor de hogar, pero desde que cambiamos la mesa por una gran alfombra y cojines nos pasamos las tardes de lluvia al lado del fuego acurrucados como gatitos,  dándonos masajes, leyendo, cantando…somos una gran familia, aunque no me sepa el nombre de la mitad,

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Con la ayuda de  otros dos hermanitos he traído algo de espíritu Rainbow a la casa, ahora nos abrazamos y comunicamos más, agradecemos la comida, recitamos el Om de vez en cuando y quizá pronto acabamos con el uso del papel de wáter y champú.

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Por fin voy a independizarme de los productos quimicos: champú de bicarbonato con agua, suavizante de vinagre (sólo para las puntas), café usado como exfoliante y enjuague bucal de arbol de té, agua y sal. Para todo lo demás: ceniza.

Sé que no puedo cambiar el mundo pero sí dejar flores sembradas allá donde paso.

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PD: Si teneís alguna casa sin utilizar en el pueblo de vuestros padres os invito a crear algo así, es hora de dejar esos trabajos asalariados que no nos realizan y utilizar nuestro tiempo y capacidades en cosas que realmente nos gustan y pueden iluminar un poco más nuestro alrededor.

5 comentarios en “La librería de los sueños

  1. Justo estoy leyendo a Gandhi ahora y dice precisamente esto: si la gente trabajara unicamente para ganarse el pan con el sudor de su frente – como dice la biblia- habria comida y bienestar para todo el mundo, sin castas, ni gente superior a otra. Que el pan debe ganarse solo con trabajo fisico y el intelectual deberia hacerse voluntariamente para ayudar a la comunidad. Asi q creo q estamos por el buen camino…trabajar para comer y no vivir solo para trabajar, en especial para gente q come – y hasta se compran jets privados- con nuestro trabajo.

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