Nepal en bicicleta (II)

Bueno esta segunda parte es donde empecé realmente a pedalear medio en serio en Nepal, aunque fuera a paso de tortuga. Eso sí para poder pedalear tuvimos que salir de los Himalayas y meternos en la media montaña.

El primer día de pedaleo hicimos sólo 10km cuesta arriba y 20 cuesta abajo, para que os hagáis una idea de nuestro ritmo. Lo hice sola prácticamente porque Yesenia se paró en un velatorio al borde de la carretera. Tal cual. Me encanta su curiosidad y su desparpajo para meterse en cualquier sarao y conocer a fondo la cultura del país, pero…ya he tenido bastante roce con la muerte y no me apetecía en ese momento. Aunque yo aún no tenía internet siempre nos acabábamos encontrando en algún pueblo, simplemente dejando la bici visible en la carretera y comiendo un chowmin. No hay muchas mujeres viajando en bici en Nepal asi que imposible perderse.

Ese día acampamos en una central eléctrica al lado de un río donde vivían algunos trabajadores con sus familias. Lo «malo» de ser extranjera e ir en bici es que en estos países pareces una estrella de cine y es imposible pasar desapercibida, así que si estás cansada, sucia y sólo quieres descansar y cocinarte algo tranquila lo tienes crudo. En este caso saqué energías de mi reserva de amor y pude interactuar con 20 niños medio salvajes del pueblo que toquetearon de todas las maneras mi ukelele y mi bici mientras Yese se escondía por ahí a cocinar. Es lo bueno de ser dos que puedes repartir las «tareas».

Al día siguiente pasamos por Kushma a intentar cambiar dinero sin éxito y me sorprendió el estado de las calles de ese pueblo, ni se podía ir en bici. Pareciera como si hubiera pasado un terremoto y hasta tuve que preguntar si el terremoto de 2015 había llegado hasta allí, pero no. Nepal es así, todo en continua construcción…o destrucción.

De repente encontramos una carretera asfaltada preciosa, aunque cuesta arriba, que nos llevaba a Baglung. Este milagro era porque había un templo hinduísta importante, el kalika temple y había un gran movimiento de peregrinaje en autobús con personas muy arregladas que contrastaban enormemente con nuestras pintas.

Conseguimos cambiar dinero al fin en un banco de Baglung tras un proceso interrogatorio larguísimo, de verdad creo que era la primera vez que alguien cambiaba dinero allí. Por cierto no me aceptaron 40 dólares porque tenían una minúscula rajita en un lado. Cayó el tormentón del siglo mientras estábamos ahí, se fue la luz como siempre…y bueno pasada la tormenta y de casualidad, preguntando en una tienda por un sitio para acampar apareció un buen hombre de la nada que nos ofreció quedarnos en su casa. Hablaba inglés con mejor acento que la reina de Inglaterra, porque había sido militar en el ejército inglés y vivía allí, de hecho estaba de vacaciones en Nepal. Tenía unos nietos muy diablillos con los que toqué mucho el ukelele y una nuera que a las 6 de la mañana nos llevó al templo y luego a la escuela de visita oficial, con mucho sueño y nuestros ropajes. Para postre nos pasó el micro para que dijéramos unas palabras delante de 200 niños. Un miedo más enfrentado, hablar en público.

Nos quedamos finalmente dos noches, visitamos un cacho de puente colgante larguísimo y vimos pasar un funeral por el mismo.  Ahh y nos comimos uno de los mejores momos del viaje, en el «restaurante» Momo’s King.

 

 

Cargamos la mochila de víveres porque en la montaña no se sabe donde vas a encontrar comida (aunque paquetes de noodles y galletas a 10 rupias hay hasta en el lugar mas recóndito). Debo decir que Yese cargaba el doble o triple que yo porque con mis alforjitas con cremalleras que se rompían al tocarlas, aparte de tener poca capacidad iba perdiendo cosas continuamente. Ese era uno de nuestros mayores problemas de convivencia, aparte de mi exceso de calma y mis despistes por falta literal de vista. Por alguna extraña razón las dos sentíamos que queríamos ir en la misma dirección, sino quizá nos habríamos separado antes:  una carretera que en Google parecía muy bonita y que se adentraba de nuevo en los Himalayas bordeando un río hasta llegar a los templos de Muktinath y Mustang. Muy idílico todo.

90 kilómetros en llano y asfalto se pueden hacer en un día si me apuras, pero en este caso tardamos una semana en hacer mmm…no sé, 50 en total?

Para empezar después de una carretera terrible de piedras nos encontramos con una boda. Bueno cuando yo llegué Yese  ya había conseguido que nos invitaran con su desparpajo habitual. Era una boda muy rústica, en un campo de coles, con una carpa que tenía un buffet con 5 o 6 platos diferentes y podías repetir tantas veces como quisieras.

Había un grupo de músicos que iban tocando la misma melodía una y otra vez, un círculo de personas y algún atrevido que bailaba en medio. Por supuesto nada más llegar tuvimos que bailar. Al principio me negué, pero luego le fui pillando el gustillo, me vine arriba con la aclamación del público y bailamos unas 20 veces sin exagerar, hasta con el novio que por cierto era muy guapo. La novia ni de lejos la vi.

Creo que este fue uno de los mejores momentos del viaje. Al salir de allí, con la barriga bien llena y los músculos doloridos de las piernas de tanto bailar en cuclillas, porque así es el baile tradicional, se me saltaron las lágrimas y todo pues me envolvía un gran sentimiento de amor y felicidad. Es difícil explicarlo con palabras. Hay muchas mujeres en Nepal que su único momento de diversión es una boda.

(He perdido muchas fotos de la boda porque se me rompió el movil al final del viaje, pero en Facebook hay hasta algún video).

Ese día encontramos un sitio buenísimo para dormir, aunque al principio me daba algo de resquemor.  Precisamente el hecho de que hubiera que cruzar el río por un puente colgante de aspecto endeble y que no hubiera nada más en ese lado del río nos dio una gran tranquilidad, casi nadie pasó por ahí y nos quedamos dos días. Descubrimos una cascada donde ducharnos en pelotas, una casa abandonada donde refugiarnos del calor o la lluvia…y para colmo  una fuente a 500 metros. El único inconveniente? De nuevo nuestras amiguitas las sanguijuelas, pero no todo puede ser  perfecto. A pesar de ellas, que se dieron el festín con nosotras,  guardo un recuerdo muy bonito de mi estancia en este «hotel».

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Pocos kilómetros después nos pasó otra cosa extraordinaria. Bueno en Nepal parecía que todo era así, como una pelicula de acción infinita.

Resulta que había un montón de gente al borde de la carretera, la carretera más mala con diferencia que he visto en Nepal y muy transitada además. Un turista australiano que hacia un tour en moto con un grupo se despeñó 5 metros para abajo.

Al principio pasamos de largo, pero Yese que es enfermera y muy echá pa’ lante se fue a preguntar si necesitaban algo. La pregunta hubiera sido qué no necesitaban porqué ya os podéis imaginar la situación, muy caótica y con 200 nepalís observando y haciendo fotos. Yese se puso a la cabeza de la operación, y ayudó a transportar al herido hasta un helicóptero de pasajeros. Suerte que era un turista con seguro médico, si hubiera sido un nepalí quien sabe, igual se hubiera muerto allí. De todas formas se lo llevaron de una forma muy rústica, sacando las puertas del helicóptero y con los pies colgando.

Yo como me equivoqué de carrera universitaria me quedé de observadora y con algo de impotencia por no poder hacer nada. Pero de alguna forma sentía orgullo ajeno por mi compa la verdad.

Como premio ese día pedaleamos poco y encontramos un sitio muy bonito, aunque al borde de la carretera. Una cascada gigante con posibilidad de nadar y una caseta de bambú muy chiquitita que iba a ser un futuro bar, a la que previamente le dimos una limpieza. Vinieron los dueños del lugar y en vez de echarnos nos trajeron leña y nos montaron un fuego para cocinar.

 

El problema de ese sitio es que muchos turistas paraban a hacerse fotos en la cascada y de paso fisgoneaban en nuestra casita. Nos sentíamos tan en casa que hasta tuvimos una huésped a dormir, una chica super joven alemana que viajaba sola en una cacho de moto con un cartel que rezaba «una mujer sin un hombre es como un pez sin bicicleta». Hagas lo que hagas siempre habrá alguien que te supera jaja. Pasamos una noche de chicas muy bonita con alguna interferencia masculina sin graves consecuencias, con invitación a cerveza, noodles y huevos.

Bueno ese día descubrimos que nuestro objetivo de llegar a Mustang o almenos a Muktinath se iba a truncar: a pocos kilómetros, en Tatopani había un checkpoint donde te pedían de nuevo el dichoso permiso para entrar a la reserva natural de los Anapurnas. Aunque hubiéramos pagado la otra vez en Mardi Himal, hubieramos tenido que volver a pagar, como cada vez que sales y vuelves a entrar. Para una viajera pobre ilusionada de ver un templo budista al fin es una puñalada en el estómago la verdad. Para Mustang el permiso es aparentemente de 500 dólares.

Pensamos en colarnos de nuevo, pues a partir de las 17h los polícias se van, pero hay 3 controles, son demasiados para mi estricta conducta moral. De cualquier forma nos acercamos a hablar con el policía a ver si tenía piedad o ocurría algún milagro, pero no ocurrió. Lo único que ocurrió es que con la carretera de mierda, barro por todos lados, piedras etc se me rompió una alforja y se me cayó un pedal. Arrastrando la bici y cabreada con el mundo volvimos a dormir en nuestro hotel primero de las sanguijuelas y me relajé un poco. Igual nos quedamos un par de noches también ahora no recuerdo.  Unos trabajadores de una fábrica me hicieron un apaño en el pedal y pude llegar a Beni, donde me  lo arreglaron y me cosieron la alforja.

Cogimos otro camino para ir a Baglung de nuevo, por variar, y nos encontramos como siempre con mucho polvo, obras y corte de carretera, pero ya lo tomamos con filosofia y nos poniamos a jugar en nuestro mini ajedrez magnético. Por el camino se me engancharon los cambios en los radios de la rueda, se me aflojó el pedal de nuevo…quería tirar la bici montaña abajo y mi compa creo que me quería tirar a mí jaja.

Ese día caí medio desmayada de cansancio en un árbol sagrado y Yes pidió alojamiento a una familia directamente, cosa que no me gusta hacer normalmente pero no podía más. Bueno pusimos la tienda al lado de las cabras y nos hicimos la cena. Por una vez no nos invitaron a comer ni yo quise o pude interactuar demasiado en nepalí.

En Baglung de nuevo arreglé el pedal, comimos momos, saludamos a la profe y

sus niños en el colegio pero seguimos camino. El camino mejoró, una carretera mejor , con paisajes muy auténticos de pueblitos pequeños y nada turísticos.

Dormimos al borde de un camino donde nos advirtieron de nuevo que habían tigres, serpientes y fantasmas, pero nos dió igual.

Al día siguiente tan sólo un kilómetro después, interactuamos con una familia. Nunca parábamos habiendo pedaleado tan poco pero que si nos invitaron a un arroz, luego nos pusimos a ayudarles con el trigo a palazo limpio hasta que me salieron ampollas en las manos, luego se vino un tormentón que parecía que se iba a caer la casa y finalmente tuvimos que preguntar si podíamos poner la tienda y nos dejaron una habitación muy polvorienta, Si no hubiera sido por la tormenta hubiera preferido la tienda. Como siempre vivía la nuera con sus hijos, la suegra y el marido estaba en algún lado.

El caso es que la nuera empezó a nombrar demasiado la palabra «dólar» y «poisa» y yo empecé a sentirme incómoda. Vino el vecino y también, venga a hablar de dinero, y a ver donde viviamos y a quejarse de que era muy pobre, pero no me parecia trigo limpio ese hombre la verdad.

Al final al marcharme la niña con la que había jugado un montón empezó a pedir 20 rupias y aunque me sentó como una patada le di 100 a la abuela ni que fuera para comprar arroz, pero fue bastante violento. Nunca sabes si es demasiado poco, porque la hospitalidad no tiene precio,  si no deberías darle para que no se acostumbren a interactuar con turistas por interes, etc pero me parecía una familia muy pobre la verdad.

Para quitarme ese mal sabor de boca, al parar en otro pueblo a hacer un café (hacerlo literalmente, con nuestra minicafetera) se me rompió la bici de nuevo, esta vez seriamente. Mi compa ya se había ido, con mi móvil en su cargador solar y un chico me acompañó a un taller de motos donde empezaron a pegarle martillazos al cambio.  Al poco apareció Yesenia llevandose las manos a la cabeza al ver como «arreglaban» la bici. Ciertamente lo hubiera hecho mejor ella. 4 horás después estaba milagrosamente lista la bici, aunque ya no cambiaba al piñon grande, le di 100 rupias de propina por el esfuerzo al mecánico y me puse a buscar sitio para acampar sin éxito. Al final el dueño del taller que era majisimo nos invitó a su casa, con su madre, su mujer y sus dos hijos. Aceptamos y…nos quedamos ¡casi una semana!

Sin duda fue la mejor experiencia familiar. Aquí si me sentía querida y bienvenida, se notaba que no tenían ningún tipo de interés económico. Al principio eramos huéspedes, comíamos antes que ellos, incluso mataron una cabra en nuestro honor, pobrecilla y pobres ellos que tenían muy pocas cabras. Poco a poco nos convertimos en parte de la familia, comimos junt@s alguna vez y pudimos colaborar un poco aunque deberían pensar que mejor que no ayudaramos  jaja.

 

Un día fuimos a pegar palazos a unas lentejas y jamás imaginé que tenía tanto trabajo algo que conseguimos tan barato en el supermercado. Otro dia cocinamos nosotras y nos costó sudor y lagrimas hacer dos tortillas de patatas, papas arrugás, y unas verduras, a fuego de leña en una cocina oscura sin ventilación. Ya no nos ofrecimos más, yo creo que ellas cocinaban mucho mejor, más rápido y gastando menos recursos. Nos enseñaron también a lavar los platos como Dios manda y la ropa rascándola en las piedras de la fuente, que hacía también la función de ducha pública. Debían pensar que no estamos casadas porque somos unas amas de casas horrorosas jajaja. En nepal si a los 25 no estás casada eres un bicho raro.

Por si fuera poco el hijo hablaba algo de inglés y nos daban nuestro propio espacio, teniamos incluso habitación propia…con wifi!

Fue una experiencia maravillosa y nos sirvió para darnos cuenta lo dura que es la vida de campo y lo mucho que trabajan, particularmente las mujeres. Ahi si que se practica la autosuficiencia lo demás son tonterías.

 

 

Nos fuimos de allí con el sentimiento de dejar a nuestra familia nepalí y seguimos camino. Lo bueno es que tras 6km de subida bajo el calor infernal vino una carretera asfaltada…cuesta abajo! Hasta a bailar me puse en medio de la carretera. Como cambia el humor !

Acampamos a las afueras de un pueblito con un montón de niños algo pesados y seguimos camino por carreteras mucho más decentes y planas.

En un pueblito un hombre nos mareó, diciendonos que podíamos dormir en su hotel gratis, aunque ese dia estabamos cansadas y hasta habríamos pagado…pero nos tenía como de escaparate y al final acabamos acampando tras buscar bastante en una granja de pollos al borde de la carretera,

La familia que vivía allí vivían casi en las mismas condiciones que los pollos pero eran super amables y el hijo era el niño más tímido de Nepal, adorable. Nos contaba con el poquito de inglés que no iba bien el negocio porque la gente era muy pobre en esa zona y no podía pagar los pollos.

La siguiente noche paramos en un pueblo preguntando desesperadas por alcohol de quemar para poder cocinar en el hornillo pero no hubo manera. Acabamos en un mitin del partido comunista en el que fuimos invitadas de honor, aunque fue un poco pesado porque no nos enterabamos de nada. Casi peor que la misa evangélica, a pesar de que una parte escondida de mi aún se emociona con una bandera comunista. Nos quedamos con la familia del periodista que cubria el evento, muy humilde y les ofrecimos algo de comida con miedo a que se ofendieran.

Enseñamos a ir en bici a las hermanas adolescentes del chico. Una de ellas era muy caprichosa y de alguna manera me convenció para llevarla 3 o 4 kilómetros hasta su colegio, cuesta abajo. Luego dijo que no tenia el uniforme y que tenia que volver pero yo no podia llevarla cuesta arriba. Pasó una moto se subio y me quedé tirada, empujando la bici por el mismo camino que el dia anterior. Por suerte unos niños que eran vecinos vinieron a rescatarme y empujaron la bici la última cuesta. Suerte que medito y no me enfadé, aunque me costó esfuerzo no hacerlo.

A partir de ahi la carretera empeoró sobremanera de nuevo, empinadisima con obras, pedruscos y tormentas. Ademas una zona muy desolada ni siquiera habia para tomar un chai y un dunu, ni tiendas. Mientras investigaba buscando algun establo abandonado para dormir refugiadas de la siguiente tormenta aparecieron decenas de niños muy desaliñados que nos miraban como si fueramos extraterrestres. Probablemente no habían visto una extranjera en su vida. No hablamos mucho porque eran increiblemente timidos, pero nos ayudaron a empujar las bicis. Luego empezó a llover y pedimos refugio algo desesperadas en una casa. Queriamos acampar en el establo pero no lo permitieron y la mujer nos trajo unas mantas porque estabamos muertas de frio y… palomitas! Aparecio un hombre que parecia que venia de la jungla, un vecino que hablaba algo de ingles y nos trajo noodles y luego nos invitaron a cenar. Creo que no hablaban ni nepalí sino su propio dialecto, eran de etnia mongol. La estancia muy oscura, la mujer se fumaba unos cigarros de un palmo y nos ofrecieron un brebaje muy raro que parecia alcohol. Lo tuvimos que beber para no hacer el feo claro. Tambien comimos una carne que nunca supe que era que me sabia muy fuerte, yo creo que era búfalo. Confieso que mi mente en algun momento pensó cosas muy peliculeras porque realmente era de pelicula. Dormimos en una habitación muy polvorienta y al dia siguiente la mujer nos despierta a las 5 de la mañana con otro cigarro enorme. Algo confundidas recogimos y nos dispusimos a irnos, aunque yo queria dejarles dinero de alguna forma que pareciera accidental. Antes de que se me ocurriera la forma, la buena mujer pronuncio la palabra magica poisa y nos pusimos nerviosas y nos fuimos sin darle nada porque tampoco teniamos claro si nos pedia dinero. Siempre me quedaré con la duda y con esa sensacion angustiosa. A saber.

El caso es que Yes y yo casi nos separamos bruscamente porque esa incomodidad que me entraba a mi con el dinero y las familias pobres le incomodaba a ella. Al parecer en India no habia tenido este tipo de situaciones, aunque yo creo que Nepal es mucho más pobre que India. Acordamos no quedarnos más en familias y simplemente acampar aunque estuviera cayendo el diluvio universal. Que ilusión!

Y bueno lo dejó aqui porque esto se va a transformar en un libro jajaja. Queda una tercera parte con alguna aventurilla y shock cultural más  pero como mañana vuelvo a vagabundear no sé cuando podré escribirla, si es que podré…lo mejor es que vayáis a Nepal y lo viváis vosotr@s mism@s pero…casi que sin bicicleta jajaja.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2 comentarios en “Nepal en bicicleta (II)

  1. Sólo «aparezco» para que no me olvides…cómo la canción del Lorenzo Santamaría, jajaja! Qué si no escribo nada pensarás que me ha pasado algo, jeje…bromas aparte, menudas aventuras! Tantos apegos y cobardías y cuántas cosas que ver y por vivir!
    Espero las siguientes crónicas, con expectación. Qué la alegría ilumine tu sonrisa, para embellecer el mundo, y la sangre corra fuerte por tus piernas, para llegar lejos!

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    1. hola vicente amigooo!!!. Perdon por contestar tan tarde, que mal trato a mi unico fiel seguidor 🙂 estaba haciendo esa cosa extraña que hago un mes al año intensamente, trabajar. Y en la viña donde acampaba no tenia ni electricidad claro.Pero ya he vuelto a la vida normal, y voy a actualizar el blog en breves. No te sientas obligado a ponerme un mensaje jejje! Pero cuando quieras te invito a un vinito en esa bodega chula, ahora que tengo el bolsillo lleno jajja 🙂

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